Quien me conozca sabrá que uno de mis hobbies principales, mi vicio básico por decirlo de alguna forma, es el cine. No tengo demasiados vicios. No fumo y suelo salir poco (aunque cuando lo hago...). Así que mis gastos de ocio se van casi por completo yendo al cine. Últimamente demasiado, podría decir. Pero no venía a hablar de cine, aunque sí de una frase que me hizo reflexionar de la última que vi en la gran pantalla. Una frase que recitaba Daniel Day-Lewis en la nominada "Lincoln".
Hablaba sobre la necedad de obcecarse en seguir la dirección que marca la brújula. Una brújula marca el norte y por tanto el dónde; pero no marca el cómo llegar, el camino a recorrer. Si nos empecinamos en seguir la única indicación de la brújula podemos tropezar con baches, zanjas y desniveles; desestimando que el camino correcto igual tiene una senda escondida. Del mismo modo podemos decir que tal y como puede haber fosos, pueden haber personas en nuestro metafórico recorrido. Y para llegar hasta donde queremos llegar, no hace falta pisarlos ni pasar por encima. Tampoco debemos olvidar el camino. Pero en ocasiones insistir en hacerlo corto, es un error.
Nuestra brújula señala al norte. La meta. Considero el idealismo como meta, como propósito último, como culminación de la mejora de nuestro entorno, de nuestros propios deseos. Pero tampoco ese camino se debe recorrer con las anteojeras de los caballos puestas. Hay que saber que al fin último, aunque sea una aspiración lícita, no siempre se llega en línea recta pisando delante nuestro lo que haya. Hay veces que necesitamos madurar el camino. Aprender de nuestros propios errores para que ese proyecto tenga una base sólida. No perder de vista dónde queremos llegar. Pero madurando cada pequeño paso que damos. Una buena mejora idílica, efímera por no tener el suficiente sustento, es igual de inútil que no tenerla. Peor aún, quizá. Sabemos que la hemos palpado, pero tenemos en el corazón la tristeza de no haberla conservado.
Me preocupa que la gente se marque objetivos y los abandone (realmente me preocupan más aquellos que ni tienen aspiraciones, aunque sean banales y/o triviales, a decir verdad). Pero es triste saber de mucha gente que tiene una idea fija en la cabeza y no la abandona, a pesar de saber que no es la mejor opción para llegar a su meta.
Me preocupa aquel que para conseguir un avance social, se centra como único objetivo y punto de discusión el conseguirla o no; puesto que tal vez no sepa que para que la sociedad avance tenga que dar pasos breves y concisos; puesto que tal vez de partida no tienen la suficiente base como para llegar al destino de golpe.
Me preocupan aquellos que proponen cosas, pero que no están dispuestos a recorrer ni un ápice ese mismo trayecto que quieren que empiecen otros.
Me preocupa aquel que en pro de una idea bucólica y lícita, se salta todo protocolo ético y moral.
Como pequeña moraleja, es que creo que cada uno de nosotros debemos mirar al norte en compañía de nuestra teórica brújula, perseguir nuestras ambiciones o las de nuestra sociedad y sin perder el objetivo final. Pero necesitamos conseguirlo sin querer tomar el atajo prohibido, sin tener que pisar a nadie y sin tener que caer en la zanja de lo vedado. Seguir la brújula sin más para llegar a nuestro destino, es en ocasiones un sinsentido...
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