dilluns, 6 de maig del 2013

¿Tiene límites la libertad?


Es una de las preguntas que subyacen en mi cabeza a través de un acto puntual acaecido en las fiestas de mi ciudad; donde en una representación teatral por las calles, el capitán y máximo exponente de las huestes mahometanas sacó un coro representado por esclavos y esclavas ataviados con un niqab. Para quienes no conozcan qué ropa es ésta, tengamos en la mente un burka; la cabeza y cuerpo absolutamente tapados y con una rejilla que permite a duras penas ejercer el derecho a la vista. Un niqab simplemente difiere en que quita esa misma rejilla. A partir de esa acción y esa pregunta base del título, he querido desarrollar una reflexión.


Y la primera debe ser la esencial: ¿somos libres? Y lo primero que me viene a la mente es un NO. Una negación que no dejaré vacía, que argumentaré. Para empezar una persona es esclava de sus propias limitaciones. No hay una libertad ilimitada en el plano personal. Por un lado, porque necesitamos realizar unas funciones básicas para poder sobrevivir: respirar, comer… Pero además, el reconocimiento de una libertad ilimitada haría imposible la convivencia humana, por lo que son necesarias e inevitables una serie de restricciones a la libertad individual, llamadas normas de convivencia. Esas mismas que se incluirían en una definición base del tipo: “La libertad se define como el derecho de la persona a actuar sin restricciones siempre que sus actos no interfieran con los derechos equivalentes de otras personas”.

La libertad comporta por tanto una responsabilidad. Una responsabilidad para con nosotros mismos y para con nuestros coetáneos. Sean de nuestro propio entorno, como aquellos que no viven cerca de nosotros. Y una responsabilidad que debe transformarse en compromiso. El compromiso hacia una mejora del mundo en que nos ha tocado vivir. 

Si mi libertad decae en una vida banal y llena de libertinaje ¿soy libre optando por hacer mal las cosas? ¿Las malas decisiones que utilice por ese uso de la libertad pueden afectarme obligándome a ser esclavo de mis actos, y por tanto comportando una pérdida de albedrío? Sin duda. Es por ello que respondo la pregunta primigenia: SI tiene límites la libertad, unos límites morales, los de la responsabilidad.

Pero además me pregunto si es efectivo dejar en nombre de la supuesta “libertad” rienda suelta a todo tipo de exclamaciones, afirmaciones y actuaciones. En ese caso, también he de nombrar otro NO, el segundo de esta reflexión en voz alta. Un NO que no me gusta dar. Y una pregunta sobre el caso puntual citado o sobre cualquier otro que se nos ocurra: ¿es libertad poder hacer publicidad (y no precisamente en plano de denuncia) de un acto que humilla y coarta la misma libertad, en este caso de las mujeres?

Por entrar en otro plano he buscado el término “libertad” en varias publicaciones. Esas mismas inciden en la libertad de conciencia y de pensamiento que todo hombre debe procurar hacia sí mismo y hacia los demás. Es decir, que en la otra frontera de los NOES que he dedicado, entiendo que todo debiera poderse hablar, debatir, promocionar e incluso satirizar. Y más en cultura, aunque sea cultura del pueblo, de unas fiestas populares. Y por eso mismo, el filo de la navaja entre una afirmación y la contraria es muy fino, puesto que puede llegar a ser muy personalista y nunca definido con exactitud. 


Cada cual debido a las circunstancias personales, la educación previa, el arraigo popular, la influencia familiar o simplemente la misma zona de nacimiento determinará qué libertad ha palpado y vivido, y por tanto asumido como normal. Cuales son los límites de la libertad que entendemos a nivel personal. Sin duda, en más de un caso podremos entrar en contradicción. Por tanto, me viene otra pregunta a la cabeza: ¿somos por tanto libres de poder definir dónde termina la libertad? Nuevamente y por desgracia, mi respuesta es un NO. 

Y vuelvo a la explicación. En nuestro país y en nuestro tiempo vemos normalizadas por costumbre una serie de cuestiones que simplemente con cruzar un pequeño y estrecho mar cerrado llamado Mare Nostrum, serían impensables. ¿Pero es nuestra libertad mejor? ¿Es esa la deseada, la bucólica y soñada libertad? ¿No sería acaso aquella que nos haga ejercer nuestro librepensamiento privándonos de las cargas morales y dogmáticas que desde tiempos inmemoriales nos lastran? Evidentemente. 

En un mundo imperfecto no puede haber nunca libertad, sin la libertad de conciencia. Sin la ausencia de egocentrismos y vanidades. Sin poder proyectar nuestros sueños y compartirlos. Si no podemos elegir qué camino tomar, aunque nos equivoquemos. Sin provocar con nuestra libertad individual, la libertad de los demás. Y tampoco, sin la denuncia constante hacia las injusticias y agresiones.

Finalizo, pero lo hago con una contradicción a mi primer planteamiento. SI podemos ser libres. Durante todo mi argumentario he estado repitiendo a mi pesar varios NOES. Pero hay un gran SÍ que debemos perseguir en pro de la verdadera libertad. 

Promover la cultura, la educación, la bondad, el amor hacia los demás y la solidaridad nos hará más libres que ayer. Esa es nuestra meta. Cada paso que ha dado la Humanidad ha sido un paso hacia la libertad. Hemos pasado de ser esclavos a ser todos iguales, sin distinción de raza, sexo o religión. De no ejercer el derecho al voto, a que todos y todas puedan elegir su gobierno. De poder escoger la prensa que nos gusta y hasta disfrutar de los libros que nos apetezcan. La Libertad, como motor del Progreso de la Humanidad.
Si bien será complicado conseguirla plenamente, sí que podemos convertir lo que antes se llamaba tiranía, en democracia. Lo que antes era desprecio e ira, tornarlo en tolerancia. Y eso es ser más libres que ayer. Es conseguir la verdadera libertad en el tiempo que nos ha tocado vivir. 

Somos libres para pensar que hay un mundo mejor. Somos libres para actuar de forma correcta en cada decisión que tomemos mejorando nuestro pequeño o gran entorno. Y somos libres de soñar que podemos conseguir todos los objetivos que nos propongamos.

Cito para finalizar la frase del que fue Presidente de la República Española, Manuel Azaña: “La libertad no hace felices a los hombres, los hace sencillamente hombres”.