Una de las noticias más comentadas de los últimos días ha sido la cantidad de imágenes con miembros activos de Nuevas Generaciones enalteciendo épocas sombrías y pasadas, haciendo apología de símbolos nazis y/o franquistas. Chicos y chicas que pueden tener la ideología que les de la gana pues en su libertad estriba el derecho de pensar de una forma determinada, pero que parece estar instalada en un punto de intolerancia cuanto menos, peligrosa. Es más algunos de ellos/as ocupando un puesto público, bien siendo concejales bien siendo asesores; y por tanto con la obligación de preservar y mejorar el estado democrático heredado. No hace falta decir que con la apología de símbolos autoritarios... mal encaminados van. Por otra parte no entraré a comentar el vídeo de jóvenes de Nuevas Generaciones burlándose de un afectado por las preferentes. Eso daría para otro post entero.
Para algunos, como el alcalde de Xátiva y Presidente de la Diputación de Valencia el archiconocido Alfonso Rus ("Dije que traería la playa y me votaron. ¡Serán burros!"), simples chiquilladas. Aunque lo que subyace, el fondo del asunto, es más turbio que un simple juego. Y por tanto más serio que una mera equivocación de espacio, lugar y ambientación. Demasiados ejemplos retratados en poco tiempo (y los que quedarán puertas adentro). La imagen ofrecida por Nuevas Generaciones sin someter castigo alguno ni expediente de expulsión (expedientes sí... pero de cara a la galería que quedarán en nada como bien sabemos todos), es la de una pandilla de soñadores dictatoriales.
Cuestión que por otra parte no se entiende. La nueva camada de cachorros del Partido Popular no ha vivido la experiencia de represión, silencio y miedo que durante 40 años fragmentó una sociedad entera. No han palpado las injusticias que sufrieron nuestros mayores. Los golpes físicos o emocionales recibidos por pensar de una u otra forma. Puede parecer que en su casa se vivió esa época ominosa con la cabeza alzada y presumiendo de régimen. Porque de lo contrario, sería para hacérselo ver seriamente.
Pero no solamente de chiquilladas de Nuevas Generaciones está el Partido Popular lleno. Los más jóvenes extremistas tienen una gran variedad de espejos donde poder mirarse. Desde los ejemplos más generalistas como la aversión a aplicar la Ley de Memoria Histórica por parte del propio Partido Popular poniendo siempre trabas a la aplicación de la misma, hasta paradigmas más puntuales algunos de los cuales citaré. Modelos tales como el del alcalde de Baralla en Lugo justificando los crímenes del fascismo; la corrida de toros permitida en Pinto bajo el lema de "Adolf Hitler tenía razón"; la delegada de gobierno de Cataluña homenajeando ex-combatientes de la División Azul (la que combatió codo con codo de los nazis, vaya) o el concejal de Talavera posando con la bandera franquista en el Valle de los Caídos entre otros. Por cierto, tampoco quiero entrar en las subvenciones actuales del nombrado Valle de los Caídos, símbolo de la vergüenza histórica de un país entero...
Hay estudios que parece comentan que la herencia genética puede llegar a saltarse en ocasiones una generación para perdurar en el tiempo. Desde luego, los genes de esos chicos que proveen la razón, el entendimiento, la cordura y la retentiva se asemejan más a la de los descerebrados que prefieren sesgar una vida porque su ideología es diferente. Una mentalidad extraída de los años del blanco y negro, de personas cómodas bajo el ala del águila y la esvástica. Si de algo sirve la Memoria Histórica es para aprender de los errores pasados. La memoria de pez de Nuevas Generaciones ahonda en heridas aún sin cicatrizar después de más de 75 años y no ayudan a vislumbrar un futuro mejor. Si esa tipología de individuos son el porvenir del principal partido de la derecha española (como diría un refrán católico, para que se sientan cómodos), que nos cojan confesados...