Hace unos meses escribí un post denominado "Miedo". Un tiempo después, y no por menos, ese puntito lo elevo para llegar hasta el "Acojonado me hallo" al escuchar esta mañana y posteriormente leer la encuesta demoscópica que ha encargado la Cadena SER y que han publicado esta misma mañana.
Me importa más bien poco lo que dicen de los políticos en el sondeo. No por nada, pero lo que me preocupa es la gente, a pesar de jugar estos cuatro años a la gestión pública, tal vez en el peor momento de todos. Seguramente sea eso de inquietarse por el futuro de nuestros conciudadanos por lo que nos metemos todos en la diana de lo público. La gente, nuestros vecinos. Mejorar nuestro entorno. Y en esa diatriba me encuentro todavía, y espero que por siempre, esté en un cargo político o no.
Y a pesar de que es lo que menos me importa de los resultados de esta mañana, es precisamente gracias a la política y de esa forma, de su trabajo sin populismo y demagogia, de como vamos a salir de ésta. Confío en la cordura ciudadana. Han dado muestras consistentes y reiteradas de que aún puede perdurar la esperanza. Eso sí, las encuestas reflejan que el discurso fácil y chabacano gana adeptos por momentos. Ver T5, votar UPyD, retwitear falsedades sin comprobación y endemonizar a todo quisqui menos el propio de nuestros errores personales parece ser la moda. Por el bien de unos y otros, de gente de derechas e izquierdas, pobres y ricos, altos y bajos, esperemos que se trate de una moda pasajera.
Lo que realmente me preocupaba de la encuesta, es ratificar los duros momentos que está pasando la gente. Todos conocemos casos extremos. Quizá yo, que estoy en primera línea de recepción de problemas, seguramente más que la mayoría de las personas. Pero me acojona lo visto. Que la gente haya empeorado sustancialmente su vida. Que ya no se apueste por la cultura a consecuencia de su costo (cultura, la verdadera esencia del desarrollo de los pueblos). Que se recorte en salud y hábitos positivos y beneficiosos. Que se esté pasando rematadamente mal, en resumidas cuentas.
Eso me duele. Me jode porque, además, he sido testigo en primera fila y en propia carne de cómo es pasarlo fatal. Por ello empatizo con todas aquellas personas que están atravesando un desierto sin un puto oasis donde beber. Me toca las narices que ahora se aprovechen de la situación aquellos dirigentes sin escrúpulos, que con la excusa de la crisis, rompen las reglas establecidas y definen un nuevo modelo que interesa a unos pocos y desestabiliza más aún si cabe a unos muchos.
Me preocupa la llegada de tensiones y fanatismos. De palabras vacías de contenido, de vendas en los ojos y sables en la mano. De que lo pase mal la gente. De que no vean salidas al tunel. Y me fastidia profundamente la falta de esperanza de muchos. Por todo ello, acojonado me hallo. Aunque siempre espero vislumbrar al final del camino algo de luz, de mejora personal y del conjunto de la sociedad. La esperanza es el sueño del hombre despierto, según decía Aristóteles. Nunca nos adormezcamos. Nunca desesperemos, aunque sea fácil decírlo y complicado cumplirlo. No nos dejemos caer en la ira. En el fondo de todo, en la adversidad una persona es salvada por la esperanza, dijo Menandro de Atenas. Es buen momento, a pesar del acongoje, de mirar al futuro...
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